Hace dos o tres años escribà un artÃculo sobre el slow fashion, con la ilusión de que me publicaran en una revista local. Nunca sucedió. Pero qué importante es sacar este tema a la luz y mejor si es para cerrar la semana de #FashionRevolution.
GUIA “SLOW FASHION” 4 DUMMIES MILLENIALS
A veces es algo casi
mecánico el sentir la necesidad de irnos de retail
therapy. Ir a tiendas de renombre, tal vez buscar una prenda parecida a la
que vimos en alguna foto de alguna It
girl, hacer filas y filas para comprarlas; y finalmente mostrar la obsesión
por la misma en un sinnúmero de redes sociales por un par de meses, para
después enterrarla en nuestro armario.
Algunos hablan de la regla
de 33 prendas. Pero Carrie Bradshaw no nos enseñó asÃ.
El término que se le da al
sistema de moda en el que estamos viviendo, es fast fashion. Moda rápida,
inconsciente, injusta y ”desechable”. PodrÃa ilustrar de una manera
tarantinoica el impacto negativo que el fast fashion esta teniendo en el mundo,
pero para eso hay True Cost en netflix y el reality show noruego “Sweatshop”.
Como existe un Balmain
existe un Mcqueen. El good guy. Por eso… el slow fashion. Un movimiento que va más
allá del consumo. Se trata de ser responsable y consciente de lo que compras y
a quien lo haces. Quienes están detrás de todas esas prendas que tan bien les
quedan a los maniquÃes de las vitrinas, son personas: beating hearts que realizan costuras por casi tres dólares diarios para
darnos la chaqueta tweed perfecta. Los recursos que se utilizan para maximizar
y optimizar los procesos textiles son interminables: tierras para cultivar
fibras, mal uso de agua, quÃmicos para teñir ropa. Todos son insumos, pero ¿bajo
qué costo?
No deberÃa ser una opción
el sentarnos de brazos cruzados, o más bien, sentarnos con nuestro teléfono horas
a contemplar cómo las grandes corporaciones textiles se aprovechan de paÃses
tercermundistas para hacernos creer que si compramos ese silk slip dress tan
popularizado por Kate Moss en los 90s, seremos ricos y felices..cuando en un
panorama real y crudo, los “ricos” son ellos. Son algunas cosas que como millenials,
podrÃamos aprender y aplicar poco a poco cada dÃa para poder cambiar un poco
este sistema.
Comprar en tiendas de marcas
locales.
Que se pierda la creencia
absurda de que en el Ecuador no se produce de calidad, que no hay buen gusto,
que no se crea nada. El slow fashion implica celebrar el talento humano,
reconocerlo, involucrarlo en el producto final.
Visita a tus abuelos, tios,
vecinos, conocidos de los conocidos.
Gentilmente pregunta si
tiene ropa que usaba en ~insert fave decade here~ . Lo más lindo de encontrar
tesoros vintage en los armarios de otras personas es cuando hay una historia,
una sonrisa, un detalle o experiencia detrás de cada prenda. Segunda mano es
reciclar. Los ¨culottes¨ tienen y deben ser rescatados de las bodegas, zapatos,
corbatas…no nos vayamos a los accesorios. Esto es: ser cool, sin necesidad de
seguir “al pie de la letra” un trend de ropa 80’s que busca únicamente
uniformarnos a todos.
Ser millenial no tiene
porqué ser sinónimo de marioneta. Implementar el slow fashion en la vida de un
millenial (tomando en cuenta algunos de las sugerencias mencionadas antes), en
el plano macro, pueden parecer insignificantes, pero es un mensaje al universo.
La mente colectiva es poderosa. Es hablar al respecto, conocer más de moda
lenta, de la injusticia, de la manipulación y aprender a ser responsables de
nuestras propias decisiones.